Normalmente hablamos de los hoteles por su situación, los comentarios de otras webs y la fama que dentro de Ibiza suelen tener. En esta ocasión vamos a hablar por propia experiencia. Y es que el Hotel Cala Verde no sólo se nutre de turistas. Muchos de los residentes de cualquier punto de la isla se desplazan hasta la playa de Es Figueral para desconectar y vivir Ibiza como la viven ustedes.
Como llegar al Hotel Cala Verde Ibiza.
Para situarnos, el Hotel Cala Verde se encuentra el norte de Ibiza, pasando la localidad de Sant Carles en dirección a Cala San Vicente. En esta porción de costa nos encontramos, hacia el sur, la playa de Aiguas Blancas y Es Figueral. Nuestro destino se encuentra al principio de esta última cala. Dicho esto, tomamos la carretera que conduce a Es Figueral y, antes de entrar en el último tramo, encontramos una desviación hacia la derecha que nos indica la presencia del Hotel Cala Verde. En tres kilómetros y medio habremos llegado a nuestro destino.
Situados de frente al hotel, descubrimos un camino que discurre hacia una elevación a la derecha. Es el aparcamiento, aunque su señalización está cubierta por la vegetación.
Pasando dos días en el Hotel Cala Verde Ibiza.
Visitar un hotel desde una perspectiva distinta te resuelve muchas dudas. Y la primera estaba en la recepción. A nuestra llegada nos atienden perfectamente aunque la entrada no se puede realizar hasta las doce (hay que reconocer que el trabajo de camarera de pisos es duro y a veces mal recompensado), nos colocan nuestra pulsera de todo incluido y pasamos al snack-bar de la piscina. Estamos en octubre pero el día se presenta caluroso. Nos refrescamos un poco en el bar, donde el castellano es el idioma oficial. Tres piscinas disponibles para el baño, una de ellas infantil, así que los niños ya están pidiendo ponerse el bañador para estrenar el día.
En el bar las bebidas son gratuitas gracias al all inclusive, salvo las marcas importadas. Un cocoloco para el cuerpo y una visita panorámica hasta el final de la piscina. Desde la terraza se puede ver todo la costa, desde una pequeña y casi inaccesible caseta de pescadores a nuestra derecha, hasta las playas de Aiguas Blancas y Cala San Vicente al fondo. Una pequeña escalera nos lleva a una plataforma inferior donde vemos el Jacuzzi. El fin de semana promete, porque yo el Jacuzzi me lo hago en caso soplando por dos cañitas, así que buscaremos la habitación con la certeza de que esta vez no hay que soplar. Por las escaleras sube la gente de forma pausada. Su destino se encuentra en el pie de playa Es Figueral. Han colocado curiosas duchas y baños a mitad de camino, y es que la cuesta se presta a imprevistos.
Como para subir escaleras ya tengo mi casa, el Hotel Cala Verde Ibiza ha dispuesto un pequeño vehículo de transporte parecido a los carritos de golf que te acercan en un plis plas a la cala.
Es la hora del almuerzo y el salón restaurante cierra a las dos y media. Toca cambiarse. Al llegar a la habitación nos encontramos con dos camas dobles y un sofá reconvertido. Como somos cuatro, nos han añadido una cama adicional. Iba a cambiarme al baño pero el balcón me está llamando a gritos. Vistas a la piscina para los pequeños, y vistas a la inmensa bahía para disfrute de los mayores. Sencillamente espectacular. Aunque quizás demasiado cerca del acceso de los clientes al edificio. Hay unas escaleras para subir a las tres plantas que pasa justo por delante nuestra, así que me va a tocar saludar a casi todo el mundo.
La televisión es pequeña, quizás demasiado, y demasiado baja para poder verla desde la cama. Al menos se pueden ver canales internaciones y españoles. Más que suficiente porque este lugar no esta hecho para quedarse en la habitación, sino para disfrutar. La única pega la encontramos en el baño, quizás pendiente de alguna reforma. Bañador y zapatillas, camiseta (indispensable para entrar al comedor) y nos vamos a degustar el buffet. Autoservicio. Y bien bueno. Parrillada de carne, ensaladas por doquier, pastas, quesos y una gran variedad de platos internacionales. Como no me gusta preguntar, no me he terminado de enterar que nacionalidad tienen. Pero comer si que me gusta, y tras probar casi de todo, no hay nada que no me haya gustado. No puedo con el postre, pero los niños se han preparado unos pijamas. Ya no me coge nada, así que al snack-bar a tomar un café y una copa.
Con ganas de tumbarme en una hamaca, por megafonía en varios idiomas (incluido el castellano) indican que van a empezar las actividades. Un personaje con unas pintas muy raras me acompaña bailando con una botella de champán al lado. Este tío no me va a dejar dormir, seguro.
Al momento me han seleccionado para el equipo de waterpolo (ya dije yo que no dormía). El agua en octubre está congelada, pero tras un par de saltos en la piscina estoy sudando. Que alguien pite el final del partido.
Los niños siguen jugando mientras la gente practica juegos diversos, aquagym, aerobic… Yo todavía estoy con la digestión, así que me voy a planchar la oreja.
La tarde cae en el Hotel Cala Verde y el sol se retira. Es hora de ducharse y prepararse para la cena. Termina a las nueve y media, y yo a esa hora no he cenado desde que iba al colegio. Aún así volvemos al salón y empezamos con una cena variada, con pescados y fritos. Más ensaladas, y pijamas para todo el mundo. Lo que hace la envidia. Dentro se escucha jaleo. Las actividades nocturnas han empezado, y un grupo de saltarines y malabaristas senegaleses están dando saltos y haciendo piruetas. Me salgo un poco porque no tengo el estómago para tanto movimiento.
En la terraza el snack-bar sigue abierto, aunque en la piscina no queda nadie. Dada nuestra situación geográfica, el relente empieza a caer con fuerza, pero eso no es impedimento para tomarse la penúltima copa en el snack antes de volver a la habitación. No sé ni que hora es, pero los niños ya están reventados y tengo agujetas del partido de waterpolo. Yo me acuesto. Pero antes, una última mirada nocturna a la cala San Vicente perfectamente iluminada.
El día siguiente empieza como terminó. Viendo un amanecer espectacular sobre la playa de Es Figueral. Desde la terraza de la habitación del Hotel Cala Verde Ibiza empiezo a saludar a la gente que camina hacia el desayuno. Todos en pie nos dirigimos a tomar café y un buen surtido de pan tostado, mermeladas y bollería. Los extranjeros llevan otro ritmo y también encuentro desayuno para ellos, porque a mí el bacón no me entra hasta el mediodía como poco.
Nada más terminar el desayuno nos dirigimos a la playa. O es la hora o es el tiempo, pero la playa está casi desierta. Algunos sacan la toalla y otros simplemente caminan por la orilla. El agua de Es Figueral es increíblemente cristalina, pero algo fría. Más adelante encontramos una roca que se ha transformado en zona de transporte marítimo hasta Santa Eulalia, Ibiza e incluso Formentera. Tras pasar una deliciosa mañana, nos trasladamos de nuevo al hotel Cala Verde Ibiza para seguir comiendo.
El trato ha sido exquisito, y tras un par de cafés, nos dirigimos a recoger la habitación y despedirnos de un fin de semana increíble. Las pilas cargadas porque el lunes hay que volver al trabajo, y las intenciones de volver en cuanto abran de nuevo el hotel, que se despide hasta el año que viene. Un lugar para repetir este Hotel Cala Verde Ibiza.
Puede encontrar más fotos, información y reservas en la ficha del Hotel Cala Verde Ibiza o bien directamente en su página web.
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buenos
Me gusta su pagina,muy informativo, te falta sólo una herramienta de traducción el resto tudo ok!Adios
excusa mi horrible espanol!
PS: Yo estoy de vacaciones en Vigo y Lo estoy gustando mucho!