La primera vez que visité Santa Agnés de Corona, más conocida en la isla como Santa Inés, fue hace un par de años. Iba buscando el conocido como Pou des Pla de Forada, un pozo de agua (el primero que ví en la isla) de tiempos inmemoriables. Como es habitual, recorrimos muchos, muchísimos más kilómetros de los estrictamente necesarios para visitar el pozo, pero al menos nos quedamos con ver un pueblo escondido en lo más recóndito de la isla. Un pueblo del que muchos hablan pero pocos conocen. Le presentamos Santa Agnés de Corona.
Donde está Santa Inés
A veces, esta dualidad castellano-catalán te juega una mala pasada. Cuando buscas en un mapa Santa Inés, no hay forma humana de encontrarlo. La razón la encontramos en que este pueblo adoptó la denominación catalana, Santa Agnés, tampoco hace demasiado. De hecho, al apenas tener núcleo rural, la zona no fue más que zonas de cultivo apiñadas sobre el valle formado entre Sant Antoni, al sur, Santa Gertrudis, al oeste, y Sant Mateu, al norte.
Como siempre tomamos Ibiza como referencia, la mejor forma de llegar hasta los valles de Santa Agnés la encontramos tomando la carretera de Sant Antoni, desde Ibiza, y, dejando a la izquierda el pueblo, avanzamos hacia el norte por las glorietas que nos dan indicaciones hacia la población de destino.
Hay que tener cuidado de no confundir esta carretera con la que nos lleva hasta la cueva de Santa Agnés. A pesar del nombre, esta cueva se encuentra situada en el perímetro de Sant Antoni, y no tiene nada que ver con el pueblo de Santa Inés.
A unos diez kilómetros de Sant Antoni, llegamos al núcleo urbano. Una iglesia, un bar, y algunas casas.
Caminando por Santa Agnés
En muchos de los principales núcleos urbanos que hemos visitado, las iglesias no forman parte sólo del paisaje, sino también de la tradición, de leyendas y de batallas. Santa Agnés no. Tal vez el camino desde Sant Antoni fuese demasiado para los avances piratas de la época, o las invasiones moriscas. Quizás la protección de los escarpados acantilados era motivo más que suficiente para evitar el asedio. Lo cierto es que su iglesia no fue construida hasta el siglo diecinueve, más por motivos religiosos que puramente militares. Y a pesar de parecerse al resto y ser única al mismo tiempo, no es el mayor encanto de Santa Inés.
Santa Agnés ha sido, y sigue siendo, un motivo de reunión de los lugareños, pero no sobre su pueblo, sino sobre sus montes. Durante el mes de febrero, los almendros comienzan a salir del letargo invernal. Con el fin del frío, llegan los tonos blancos y rosados a los almendros. Los valles, poblados de estos árboles, toman un color distinto, y las cámaras de fotos empiezan a disparar como locas.
Este parece un motivo probable y más que suficiente para que la localidad celebre sus fiestas allá por el veintinuno de enero en el que Santa Agnés de Corona da la bienvenida a esta explosión de color.
Un precioso y tranquilo lugar, donde siempre han sido muy conocidas las buenisimas tortillas que hacen en el bar del pueblo de toda la vida..que no recuerdo ahora el nombre.
Deber ser Can Cosmi, junto a la iglesia.
Es un pueblecito que me encanta, tambien es muy sonado sus almendros cuando florecen